YO VOY A VOTAR LO QUE DIGA LA MAYORÍA
Seguro que alguna vez han oido esto en una reunión de vecinos. Menuda tontería. Eso técnicamente sería abstenerse. Sólo así damos por bueno -en la medida que no intentamos influirlo con nuestro voto- lo que salga, es decir, lo que vote la mayoría. En definitiva, cabe decir que un sondeo puede condicionarnos. No debiera, pero puede. Veamos varios casos: -Los "míos" van a ganar holgadamente. Entonces no voto, ¿total para qué? -Los "míos" van a perder holgadamente. Entonces no voto, ¿total para qué? -la cosa está justita: bueno, entonces voto si creo que está en peligro mi opción preferida y ello en función de si va perdiendo o ganando, así como de hasta qué punto me importa que eso sea así. Este último caso es el de consecuencias más complicadas de fijar. El electorado que vote más por miedo que por hastío a la opción contraria -el que lo haga por fervor a sus colores es casi impermeable a los sondeos- permanecerá más proclive a votar, tanto si le dicen que puede perder como si ganar por poco. El hastiado se ilusionará bastante con el resultado incierto con opciones de victoria y se desanimará con más facilidad si se prevé derrota aunque sea por la mínima.
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