A UNA SEMANA DEL PETARDAZO...
Parece que fue ayer, y parece que haga una eternidad.
La verdad es que las reflexiones se acumulan -encima siempre elige uno el momento en que las tiene más liadas para sentarse ante el PC- y si intentas ser exhaustivo, es peor.
En primer lugar, me reafirmo en que la cosa llega con 20 meses de retraso. Parece que es el sentir general... incluso para aquellos que habían evitado -de forma correosa a veces- pronunciarse en este sentido e incluso lo habían hecho, efusivamente, en el contrario.
El discurso de renuncia es tan impropio de un presidente de Comunidad autónoma como el primero que nos dedicó al respecto. No debe haberle afectado tanto el proceso, no mucho más de lo que lo hizo la llamada a las 6:00 que le contaba que "le sacaban" en EL PAIS... no ha aprendido nada por el camino.
Cuando alguien dimite, como mínimo admite que no es válido -por la razón que sea- para el cargo que abandona. No hay honor, ni dignidad en ello. Esto nos lleva a la relación entre la inexcusabilidad de una acción y las loas reibidas por hacerla. Por mucho que deseemos que alguien nos saque el dedo del ojo, o nos pague algo que nos debe -ambas cosas desde hace mucho- cuando finalmente lo haga, es difícil estar agradecido, ¿no?
No tenemos prensa. Las reacciones tras el auto de apertura de juicio, las reacciones fueron tibias. Las peticiones de dimisión, inexistentes. La indignación ante la posibilidad -muy probable por momentos- de compaginar juicio y presidencia, nula. Los medios valencianos se limitaron básicamente a contar lo que les filtraban diferentes facciones del PP, y esperar.
Las reacciones tras la dimisión, igualmente inconsistentes. Incluso Levante hacía más hincapié en el sustituto que en la dimisión. En primer lugar -los cuatro principales medios valencianos fueron casi a una- se empezó a enfatizar sobre la reapertura de las luchas internas del PP. El cabreo de Rus tuvo un eco bastante grande.
Curiosamente, llegada la investidura la unanimidad se mantiene pero para destacar la voluntad de "austeridad y consenso". Es llamativo que ese sea el titular casi generalizado sobre un discurso inonexo, incongruente, flojo, titubeante y desvaído de lo que promete ser un parlamentario muy limitado. Balbuceos, trompicones -la "contundidad" o la "cena euro" que repitió dos veces- y fallos aparte, nos encontramos con un candidato que traía las réplicas escritas y citaba extremos contrarios a los previamente expresados por la oposición: ¡lo hizo con los tres Síndics! Frases como "Hemos creado una gran expectación", o la constante alusión a ilusión, confianza... etc, marcan una intervención que daba ganas de decir "Es usted consciente de que está aquí porque su antecesor ha dimitido por ir a ser juzgado por un tema relacionado con la corrupción?".
Nuestra aguerrida prensa pasa por alto esto, y llega incluso a decir "Al menos Fabra no dijo que íbamos a ser los primeros en salir de la crisis" cuando lo dijo en tres ocasiones que yo recuerde.
Mientras llenamos páginas con panegíricos de Rita Barberá...
Pues es lo que hay.
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