EL BALÓN DE CHARLIE BROWN
Los que sean de mi quinta tal vez se hayan criado (entre otras influencias) con las historietas de Charlie Brown; Carlitos en la España tardofranquista. Nos gustaban -a algunos, claro- aquellos niños que se comportaban como mayores.
En esto se parecen al Stewie de "Padre de familia", no en vano el resucitado Brian es clavado a Snoopy.
Carlitos era la referencia, pero en absoluto el líder. Era un perdedor compulsivo. Una de sus pesadillas -aparte de la cometa que se enganchaba indefectiblemente en el primer árbol disponible- era Lucy Van Pelt. Dominante, marrullera y exquisitamente borde. Lucy torturaba a sus dos víctimas -su hermano Linus y Carlitos- de forma expeditiva y contundente a veces, refinadamente rebuscada otras, como en el episodio reproducido más abajo.
Su trastada favorita era ponerle a Carlitos el balón para que chutara, y retirarlo cuando éste llegaba lanzado, con el inevitable costalazo como consecuencia.
Lucy podía hacer la jugada de forma casi rutinaria, sin mostrar ninguna emoción... casi con abnegado oficio como en la imagen de arriba.
O mostrando a las claras su regocijo:
En todo caso, Carlitos afrontaba su destino con resignación, mientras Lucy le ofrece el trastazo una y otra vez:
Creo que esta es la primera historia en que se lo hace. Las explicaciones son dignas sin duda de compararse con las excusas que oimos a diario...
Y así se la jugaba una y otra vez. Con difrentes matices, pero siempre lo mismo. Incluso poniéndose mística. Vean, vean:
Nuestro president está coleccionando chuts en el aire a una cadencia desusada. No sé quién es el responsable de retirarle el balón. Montoro no es Lucy, ni lo es Rajoy. En realidad la chica del vestido azul se parece más a Aguirre, que imagino que poco cuenta en esto. Al paso que va, a Fabra sólo le falta que Calatrava emita un comunicado: "¿Nosotros? ¿¿Arreglar el Palau de les Arts y "de gratis"?? ¡¡¿¿Perdooooonaaaaaa??!! creo que nos han entendido mal".
Hay que ser muy bienpensado para no ver mala intención. Porque lo de puntualizar que de reunión de una hora nada, cinco minutos en el pasillo y gracias, es demasiado cruel.
Hasta para Lucy.
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