EL BOTÓN DE TIBBETS
Prometía hace siglos definirles lo que era "El botón de Tibbets". Procedo a ello, aunque desde entonces se hayan multiplicado.
Larry Keating y Robert Taylor en un fotograma de "Above and Beyond"
Desde pequeñito era aficionado al cine bélico; "películas
de guerra", entonces. Entre otras muchas, se me quedó bastante grabada una
escena que paso a describirles. Un alto mando de la USAF propone a otro oficial,
de menor rango:
-Coronel, si pudiera salvar varios millones (no recuerdo
la cifra exacta) de vidas pulsando este botón, ¿lo haría? -mientras le ofrecía
un interruptor de esos de pera que se usaban en los cuarenta y
cincuenta.
El coronel, tras mirarlo algo escamado (como atestigua el
fotograma) y sin saber en realidad a qué disyuntiva se enfrentaba (hubiera
estado, espero, mucho más escamado), a continuación respondía, resuelto, con
sonrisa de Robert Taylor:
-¡Por supuesto! Claro que sí.
La película trataba la figura del Coronel Tibbets, como
sabrán, el que pilotó el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre
Hiroshima. Eso lo recordaba bien. Aunque con imdb, la cinefilia de recuerdo
inmediato ya no puntúa; así que una rápida búsqueda nos confirma que el film se
llama "Above and beyond", es decir, "Arriba y más allá", traducida extrañamente
como "El gran secreto" en España. También nos cuenta que se trata de un
panegírico bastante acrítico, cosa que por cierto no se me quedó particularmente
grabada.
Más allá de la ética y la moralidad de la torticera oferta
-si echamos una bomba y matamos a 200.000 evitaremos que mueran tres millones- y
de la contundencia del método para obtener algo -que difiere infinitamente del
tema con el que vamos a enlazar- creo que lo que más se me quedó es ese poder
concentrado en un momento, en una simple acción. Ese "puedes hacer esto si te da
la gana con sólo apretar un botón: ¿cuál es tu decisión".
Aunque afortunadamente no decidimos -en realidad, Tibbets
tampoco- si usamos armamento nuclear para resolver asuntos, creo que más de una
vez habremos dicho, sobre una decisión en particular, aquello de "si apretando
un botón...". Es la prueba indiscutible sobre si quieres que salga A o B. La
decisión, desnuda, seca, limpia, sin entrar en los mecanismos, y de alguna forma
sin pensar en los sacrificios que nos va a costar. Es el test definitivo.
Redúcelo a "si apretando un botón, pudieras... " y se verá qué es lo que
realmente deseas.
Lo que ocurre es que pocos tienen esa opción. Y no hablo
ya de una alternativa tan dramática, de proporciones deísticas, como decidir
cómo, con cuántos y cuáles muertos termina una guerra mundial -insisto,
quedémonos sólo con el poder de influencia en algo que nos supera en proporción-
sino de simplemente tener un poder de influencia en algo que afectará al devenir
diario de millones de personas, sin necesidad de atomizarlas, claro. Normalmente
tenemos poder de decisión con cosas que mantienen un factor de escala similar al
nuestro. De ahí para abajo; y con ello, a menor tamaño, generalmente mayor
libertad para apretar el botón. Pero sí hay personas poderosas que sin llegar a
ser gobernantes tienen una capacidad de influencia grande... precisamente
propiciando -o no- que este o aquel gobernante llegue a, o permanezca en el
poder.
Conservar a los lectores -en adelante entiéndase en
sentido amplio e incluyan audiencia, espectadores, etc-, comunicarles ciertos
contenidos y valores, influirles, contentarles, darles "entre col y col,
lechuga"; satisfacer a los patrocinadores privados, seducirlos, atraer a los que
no lo son, acostumbrarles a que la linea editorial no la van a marcar ellos -o
no siempre-; hacer otro tanto con los jugosos patrocinadores públicos, mantener
la imagen y la personalidad de tu medio, mantener la coherencia, rectificar
cuando se yerra, darle estopa a los políticos que no son de la cuerda propia, e
incluso a veces contar pura y simplemente lo que ocurre sin más, con la mayor
objetividad y con los grados de énfais y exposición proporcionales a su
importancia.
Todo eso es ejercer la responsabilidad de dirigir un
medio. La mayoría de las cosas parecen poco lucidas. Lo son. Y es que las
conductas inadecuadas del ser humano adoptan miles de formas, y la honestidad
sin embargo se define con pocas palabras. Habrá medios que sólo hagan lo bueno
de la lista -enhorabuena!- y habrá otros que se concentran especialmente en el
resto. También aquí habrá 50 matices de gris. En todo ello, sin embargo, incluso
en la vertiente más honesta objetiva y veraz, figura un claro ejemplo de "el
botón de Tibbets". Por conveniencia, obligación, convicción, necesidad, un
director acaba -especialmente a las puertas de unas elecciones- planteando la
estrategia general del medio que dirige en función de la consigna general "vamos
con este". O "con esta". Felicidades sinceras al que decida contar lo que ocurre
independientemente de a quién contente o soliviante. Los ha habido, los hay y
los habrá. En cuanto a los que no resisten la tentación de apretar el botón para
que siga el que está -o la que está- o el que hayan designado para sucederle, o
bien para que se vaya el que está y llegue aquel o aquella, pues bueno. Forma
parte de la estructura de trincheras a la que hemos estado acostumbrados. Los
poderes tienen sus respectivos coros e incluso cuando flaquean de un lado, la
situación se desequilibra más. La subjetividad extrema está reñida con la
democracia, pero cuando además es asimétrica, es peor todavía.
Se acerca un auténtico lote de elecciones que van a ser
distintas a lo que hemos visto hasta ahora. Ojo, tampoco tan distintas: se va a
votar y los gobiernos saldrán de lo que se vote. Como siempre. La diferencia es
que la claridad con que se definían las opciones -dos- del botón de Tibbets se
ha esfumado. He olvidado antes decir que un medio no tiene un mando a distancia
de estos de la tele por cable. Más bien tiene un A/B, un ON/OFF. La limitación
de las opciones está heredada del pobrusón sistema del que el medio forma parte
y a cuyo mantenimiento contribuye. No puedes conseguir ni que el partido A
obtenga todos los escaños -aunque a veces se ha soñado con despótica chulería
con la mayoróa cualificada, ¡qué tiempos!- ni mucho menos que el partido D,
acostumbrado a porcentajes de un dígito, obtenga mayoría simple. No. Estás en el
engranaje para lo que estás y tus opciones se limitan a apoyar al que manda, o a
lo sumo apuntarse a una operación para cambiar lo que hay por algo más o menos
similar. Ni que decir tiene que existe la valiente opción de no darle al botón
pese a los descontentos que puedas generar.
Hasta ahora era fácil encasillar a
este y al de más allá: este apoyará a Fulanito, este lo hará con la nariz
tapada, este a Menganito, el otro hará como que apoya a Menganito, aquel mirará
para otro lado de forma calculada...
La situación es tan incierta que ya no compensa ni apoyar
a lo de siempre porque igual cae, ni es seguro apoyar a lo que pueda venir porque
aún no está clara su configuración. Así que, bastante en contradicción con el
sistema en sí, los botones de Tibbets son variados. Ya entraremos con más
detalles en su momento en los apoyos -objetivos, de corazón o de cartera- que se
ven venir. Pero en todo caso, ya sabrán lo que quiero decir cuando hable del
botón de Tibbets...
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