EL BOLIGRAFO EN EL SOFÁ
Hay dos temas que, a modo de paradigma, o metáfora, o esos símiles que suelo gastar, hace tiempo que quiero explicarles. Siendo como son, en definitiva, tópicos de fabricación propia, no puedo referirme a ellos sin explicarlos antes. Si les digo "verde y con asas" ya saben de que va, pero si les digo "el botón de Tibbets" se harán muchas preguntas. Por no decir "el bolígrafo en el culo". Así pues, y siendo que está más presente a día de hoy, vamos con la segunda.
En realidad es "el bolígrafo en el sofá", pero todos sabemos que la presencia del culo en el título, más aún acompañado de un objeto de escritura que casualmente es punzante -dejo para vds. valorar ambas características- impele más a la lectura del artículo.
Me refiero, pues, a ese bolígrafo que se cuela entre dos cojines (fijos) del sofá. Ambos asemejan dos nalgas, de ahí la analogía con las posaderas. Y como el suceso es particularmente molesto, pues más a mi favor.
Les habrá pasado más de una vez. Vale, puede ser un lápiz, pero el bolígrafo, con su letal carga de tinta espesa, hace el episodio más preocupante. Lo vemos, está ahí... lo podríamos coger con la puntita de los dedos. Pero a cada esfuerzo, se hunde más. Cada intentona deja el asunto peor de lo que estaba. Y después de empeñarnos en el rescate, desearíamos estar de nuevo al principio. Pero seguro que volvíamos a cometer los mismos fallos. "Si pudiera acceder por detrás, ganarle la retaguardia..." Ya. "Tus ganas!" piensa el boli. Porque esa es otra: no lo vean como un pobre ser perdido deseoso de rescate. Qué va. Es un cabronazo contento de habérnosla jugado, está en una situación ideal donde nuestros torpes esfuerzos para llegar con los deditos, se llevarán a lo sumo un pinchazo, debajo de la uña para más INRI.
El malvado bolígrafo -y las fuerzas oscuras que lo han colocado ahí- se sabe en una posición estratégica inmejorable, como el cangrejo ermitaño o los espartanos de las Termópilas.
Cada esfuerzo es contraproducente, y no hace sino afianzarlo más en su posición.
Pues bien, esta circunstancia se da en la vida real. En esos problemas donde el adversario tiene todas las de ganar, y "hagas lo que hagas la cagas". Te reprochará tu postura, en caso de callarte, tu inacción; y si tomas el camino contrario te acusará de ser hipócrita, no atreverte a decir lo que piensas, etc. Y cada embestida tuya reforzará su posición, alimentando su juego.
Tradicionalmente, el paradigma de esa situación en la CV es la posición de la derecha -últimamente patrimonio exclusivo del PP-CV- a cuenta del Valenciansimo, su supuesta némesis el catalanismo, las flexibles y adaptables normas de juego -a capricho y medida del dueño del tablero- y las consecuentes adjudicaciones y negaciones de valencianía.
Haga lo que haga aquel que ose enfrentarse a los dueños del dogma, no hará sino empeorar su situación.
Así ha sido durante casi 40 años. Quizás ahora la cosa cambie, por más que se quieran hacer un telescopio para ver gamusinos tricolores. Hoy por hoy, parece que el PPCV tiene la mano debajo del boli y si se sienta alguien, se lo van a clavar ellos también.
Pues bien, el símil del inoportuno bolígrafo sirve también para el crecimiento de Podemos. Hagan lo que hagan los demás, prácticamente, atacando o no, no harán sino reforzar su posición. Las alabanzas les hacen crecer, las críticas despiadadas, probablemente aún más.
Y, como pasa con el caso del boli y el sofá, si alguien toma el improbable -todos caen en la tentación- camino de no hacer nada, no empeorarán la situación: pero seguirá ahí, como el bolígrafo.
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