VENTANA CERRADA
Admito que sentía bastante expectación por el programa de "La Ventana" de Gemma Nierga, emitido y realizado desde Valencia.
Admito asimismo que esas expectativas se han visto francamente defraudadas. No voy a entrar en la insistencia con que se busca la presencia de miembros del PP -en este caso la alcaldesa- cuando en los programas realizados desde otros lugares el tema está enterrado desde hace tiempo. A los oyentes que llevan ya dos meses menospreciados por un partido que además tiene responsabilidades de gobierno, nos toca las narices esa puerta "permanentemente abierta".
Por supuesto que el grupo PRISA y su cadena SER no tiene niunguna obligación de hacerle la campaña a la izquierda. Que quede bien claro. Pero cuando al día siguiente, en plena entrevista a Víctor Manuel, se pregunta Rioyo por qué la derecha sigue gobernando en Valencia, tal vez parte de la respuesta estuvo en el Oceanogràfic apenas 18 horas antes.
La Ventana es un programa donde suelen tener cabida temas de resonacia social, a veces con marcado aire reivindicativo. Pero en ocasiones me he dirigido a ellos para hacerles ver hasta qué punto los medios se centran en lo que ocurre en cuatro lughares mal contados.
La visita a una ciudad es pues buena ocasión para dar cabida a esas reivindicaciones. La ausencia de esos temas en la tarde de ayer resulta pues más llamativa dado el carácter del programa que con eficacia dirige Gemma Nierga. Sin embargo el menú que nos toco consistió -al margen de una breve entrevista con Alborch- en horchata, fartons, música, mucho fútbol, algo de teatro y música, aderezado con la presencia de un periodista tan representativo de la mirada crítica -por si no queda claro es una ironía- como Jesús Montesinos. Un menú que hubiera firmado sin problemas Lluís Motes o el propio Camps. Con todo el cariño hacia Gemma Nierga y su equipo, una mirada hacia Valencia pero sin verla.
Cualquiera que oyera ayer la Ventana, más allá de preguntarse si hay o no motivos para cambiar a los que nos rigen se llevaría una impresión concreta.


Una impresión según lo cual seguimos siendo un levante feliz sin corrupción, ni políticos autoritarios que menosprecian a la oposición social y política, ni la televisión pública más manipulada de Europa, ni el "Ja en tenim prou" y su censura, ni el accidente del metro, ni los sobrecostes escandalosos, ni los barracones, ni la subestación de Patraix -salvo mención a calzador de Alborch-, ni una tendencia preocupante a un estado confesional que montó un grotesco/carísimo/opaco boato en la visita del Papa, ni una Sanidad saturada, ni el fomento institucional de la catalanofobia que tantas páginas llenó hace meses -y nos retrotrae políticamente a hace treinta años-, ni figuras tan peculiares como Fabra o Rus...
Y eso, sencillamente, es una impresión equivocada.
Eso no es así.


Y sin que esto tenga nada que ver con lo expuesto anteriormente, y aunque C9 se obstine en ocultarlo, faltan cuatro días para las elecciones en las que vds. podrán cambiar en la gestión pública -y gran parte de la privada- lo que estimen oportuno.